Nanni

Mesa Redonda: P. Carlo Nanni

Carlo Nanni (SP)

Nanni_18-01-14

UNA ESPIRITUALIDAD INSEPARABLE DE LA MISIÓN.
LOS JÓVENES PARA DON BOSCO UN “LUGAR TEOLÓGICO DE ENCUENTRO CON DIOS”

 

P. Carlos Nanni, sdb

 

1. Los jóvenes “sustancia” de la vida de don Bosco

Don Bosco ha tenido un proyecto de vida fuertemente unitario: el servicio a los jóvenes. Lo realizó con firmeza y constancia, entre obstáculos y fatigas, con la sensibilidad de un corazón generoso. “No dio(un)paso, ni pronunció palabra, ni acometió empresa que no tuviera por objeto la salvación de la juventud. Lo único que realmente le interesó fueron las almas” (Const. 21) Su vida fue pensada y vivida en el “da mihi animas… de los jóvenes”. Esto lo llevo a tener un fuerte afecto por los jóvenes: “Me basta que seáis jóvenes, para amaros” (Introd. al ). Las Constituciones de los salesianos en el art. 20 nos recuerdan:
“Guiado por María, que fue su maestra, Don Bosco vivió, en el trato con los jóvenes del primer oratorio, una experiencia espiritual y educativa que llamó Sistema Preventivo. Para él era un amor que se dona gratuitamente, inspirándose en la caridad de Dios, que precede a toda criatura con su providencia, la acompaña con su presencia y la salva dando su propia vida.

2. La educación misterio teologal

Revisar la experiencia educativa de don Bosco nos ayuda a tomar el sentido profundo de la educación: el «misterio de la educación».

La relación educativa – punto central de la educación – como todas las relaciones interpersonales, de grupo, comunitarias, profundiza su realidad en el misterio de la vida, en el misterio de las personas, de su interioridad para tantos versos “inefables”, de la libertad y de las dinámicas interpersonales profundas (La persona es un foco de libertad, y por esto permanece oscura como el centro de la llama: E. Mounier) .
Pero la experiencia educativo-pastoral de don Bosco, leída a la luz del misterio de la encarnación, permite ver de manera más profunda la relación educativa. DE hecho lleva a verla y a vivirla no sólo teniendo a los jóvenes, al estudiante o estudiantes como socio, como persona, como imagen o semejanza de Dios, como modelo de los “pequeños del Reino” de los que habla el Evangelio, sino que invita a ver más profundamente la relación educativa y a intentar vivirla como modalidad unitaria de vivir y crecer juntos, docentes y alumnos, en cuanto todos somos “hijos del Hijo”: es decir como relación de hermandad cristiana hecha posible por Jesucristo (incluso en la diferenciación personal, de status, roles y funciones) y como realización, en el tiempo, del misterio de la vida y de las relaciones trinitarias: Cristo en nosotros y con nosotros, por el Espíritu, en comunión con Dios Padre (cfr. Gal 4, 4-7; Rom 8.14-17; 1Jn 3, 1-5;Jn 1,12) .

Más específicamente puede permitir sentir y considerar la relación educativa y las diversas formas de comunidad educativa como comunión de vida y expresión del misterio de la Iglesia, en cuanto docentes y estudiantes, con diversos títulos son “miembros del cuerpo de Cristo que es la Iglesia” (como dice en muchos de sus escritos san Pablo) o son incluso en el interior de su ser “sacramento de salvación del y para el mundo”.

[Cfr. El icono del partido educativo = juego de equipo, juntos, educandos y educadores “en el juego” del crecimiento propio, de otros, común, cada uno con roles y funciones propias y diversas (no tanto la “centralidad del joven”, que arriesga objetivarlo, impidiéndole ser activo y protagonista del propio crecimiento)]. La educación de inspiración cristiana no disminuye la consistencia y validez del proyecto de “vida buena” (buenos cristianos y honrados ciudadanos” de don Bosco), puesto como fin de la acción educativa común, pero que la integra y eleva a la plenitud de modelo de humanidad, que se ha presentado en la historia de Cristo, verbo encarnado y resucitado (cfr. Ef.4,13 y el n. 22 de la GS); y recompone la vida histórica en la historia de salvación, que encuentra sus inicios en el proyecto creador de Dios y que, en la actualidad de lo ya existente, gracias a Jesús, energía y esperanza del mundo, se extiende hacia el Reino de Dios, en el que se cumple el anhelo humano de una liberación plena y la comunión con Dios. El compromiso educativo se convierte en un modo específico a nivel de la formación personal: que se quiere para todos integral y pleno.

3. El sistema preventivo “vía áurea” para vivir el misterio de la filiación

Si se pone en este orden de ideas, el sistema preventivo de don Bosco se convierte en mucho más que una idea (=prevenir no reprimir cfr. Giuseppe Lombardo Radice) y un método ( = razón, religión y amorevolezza).
Lo es. Pero para nosotros sus hijos es mucho más.
Es – dicen las Constituciones en el n. 20 ya citado – « Don Bosco nos lo transmite como modo de vivir y trabajar, para comunicar el Evangelio y salvar a los jóvenes con ellos y por medio de ellos. Este sistema informa nuestras relaciones con Dios, el trato personal con los demás y la vida de comunidad en la práctica de una caridad que sabe hacerse amar».
Si lo vivimos en el “misterio de la filiación” entonces también será posible para nosotros ser como don Bosco “contemplativos en la acción”, “viviendo como El que “vivía como si viese lo invisible” (cfr. Const. Sal. Art12 e 21).
Si es verdad que «el cristiano del futuro o serà místico o no será cristiano» (K. Rahner, Nuevos ensayos, Roma 1968, p. 24), entonces está claro que para nosotros salesianos y salesianas no hay escapatoria: si queremos ser cristianos en este siglo nuestro, para nosotros no hay otra que la “vía mística”: aquella de la educación, vivida en el misterio de la filiación y de la vida trinitaria calada en el tiempo y en la historia, en el actuar del hombre (= el joven) y la salvación del mundo: nosotros hoy, como don Bosco en su tiempo. Esta es la “gracia de la unidad” personal y comunitaria salesiana.

4. Un modo renovado de pensar, vivir y formarse en el “espíritu salesiano”

La ética cristiana es una ética de filiación, del sentirse y del actuar como hijos “adoptivos”: no una ética del deber por el deber, de lo “políticamente correcto” o de un pactar continuo, sino del vivir y actuar como “hijos del Hijo”, en el amor y en la misericordia.
La filiación cristiana permite entender mejor, vivir con sentido de satisfacción, y formarse “en la alegría”, en aquellas que son las fortalezas del espíritu salesiano, es decir en aquellos planteamientos y modalidades virtuosas que definen la sustancia personal del ser y actuar salesiano.

También en este caso me refiero sintéticamente a las Constituciones Salesianas (cap.II titulado “El espíritu Salesiano” n. 10-21). Después de precisar que el Cristo del Evangelio es la fuente de nuestro espíritu, se prospecta que son al mismo tiempo condiciones “virtuosas” y expresiones comportamentales:

  • reavivar continuamente la dimensión “teologal” de nuestra actividad (= la “teologalidad” de nuestro actuar: aquella que tradicionalmente se decía «vivir en la presencia de Dios» y que en otros términos se podría decir: «ver, pensar, actuar con el ojo de Dios, con el corazón de Dios, con la paciencia y la misericordia de Dios); – poseer el sentido de Iglesia;
  • sentir en lo profundo de nosotros la “predilección por los jóvenes” ( «Yo por vosotros estudio, por vosotros trabajo, por vosotros vivo, por vosotros estoy dispuesto hasta dar la vida»).
  • practicar la “amorevolezza salesiana”: el salesiano/salesiana es abierto/a y cordial, listo/a para dar el primer paso y acoger a los jóvenes y todo siempre con bondad, respeto, paciencia y amplitud de miras;
  • actuar e interactuar en espíritu de familia, como personas en una comunidad educativa;
  • ser capaces de tener optimismo y alegría;
  • practicar la indicación de don Bosco: “trabajo y templanza”;
  • ser capaces de tener creatividad y flexibilidad.

Pero por encima de todo está aquello que se afirma en el art. 39 de las Const.:
«La práctica del sistema preventivo requiere en nosotros una actitud de fondo: la simpatía y la voluntad de entrar en contacto con los jóvenes. “Aquí con vosotros me encuentro bien; mi vida es precisamente estar con vosotros”». Esta hace de estructura de base a las “competencias virtuosas” de quien está arriba y de estrategia primordial de la actuación educativa salesiana.

Conclusión

Un viejo salesiano, don Pietro Gianola, decía que es necesario «querer bien, querer el bien, quererlo bien, haciéndolo bien!»
Pero también esto es porque el objetivo último y el fin es:
«¿Queréis hacer una cosa buena? Educad a la juventud.
¿Queréis hacer una cosa santa? Educad a la juventud.
¿Queréis hacer una cosa santísima? Educad a la juventud.
¿Queréis hacer una cosa divina? Educad a la juventud.
Anzi questa tra le cose divine è divinissima!» (Don Bosco, MB, XIII, 629).
Y el fin último es: «yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia» (Jn 10, 10).